El jueves 7 de noviembre tuvimos el honor de poder aportar nuestras reflexiones sobre el nuevo libro de Silvia Di Segni «Apuntes sobre la autoridad. Tensiones entre el patriarcado y los colectivos desautorizados«. Greta Pena, Directora Ejecutiva de 100% Diversidad y Derechos, participó junto a Alicia Stolkiner y Mariana Lagos, del panel de presentación en el marco del Congreso Mundial de Salud Mental.
Las diversidades sexuales e identidades de género no hegemónicas hemos sido siempre objeto de estudio y, como tal, se nos ha venido desautorizando estructural e históricamente desde la religión -como pecado-, desde el derecho penal -como de delito-, desde las ciencias incluyendo a la psiquiatría y la psicología -como enfermedad-.
¿Cuál es nuestra particularidad como población desautorizada? ¿Cómo hemos logrado autorizarnos? ¿y qué sujetos y cuestiones hemos autorizado como disidencia sexual?
Aquí el texto completo de nuestra intervención:
El orgullo LGBTI es la respuesta política a la desautorización
Agradezco la invitación a la organización de este Congreso y particularmente a la Dra. Silvia Di Segni que me honra y me otorga, a la vez, una gran responsabilidad. Es una responsabilidad por muchos motivos, a nivel individual por mi formación profesional desde el derecho y no desde el campo de la salud mental, y a nivel comunitario porque hablaré desde mi activismo como lesbiana feminista, integrante de una organización de la sociedad civil que en este 2019 cumplió 10 años.
Por eso, esta primera apreciación política que tiene que ver con el lugar que nos autoriza Silvia aquí. No porque se coloque en un lugar de superioridad, sino porque ella, y claramente esa visión recorre todo su libro, entró en un diálogo con diversas poblaciones o colectivos, un dialogo que es incómodo, crítico, que nos interpela permanentemente. Y en ese diálogo, Silvia decidió actuar. Pone el cuerpo, no solo la bibliografía, y permite visibilizar otros cuerpos, otras voces.
Las diversidades sexuales e identidades de género no hegemónicas hemos sido siempre objeto de estudio y, como tal, se nos ha venido desautorizando estructural e históricamente desde la religión -como pecado-, desde el derecho penal -como de delito-, desde las ciencias incluyendo a la psiquiatría y la psicología -como enfermedad-.
Estar hoy aquí pone en acto la circulación de la autoridad, su devenir y transformación. Dice Silvia, luego de plantear la dialéctica entre poder y autoridad:
«La cuestión sería, entonces, por donde circula la autoridad, hoy. Si la pensamos como un fenómeno en el cual hay alguien que autoriza y alguien que es autorizado lo que parece haber ocurrido es que, tradicionalmente, se puso el acento en la persona autorizada ocultando a lxs autorizadorxs. Las personas autorizantes, aquellas que las fisuras del patriarcado permitieron visibilizar: mujeres, jóvenes, etnias y religiones diversas, los colectivos lgbtttiq y los sectores populares lograron un lugar sobre el escenario social dejando en claro que no sólo serían autorizantes sino que requerían ser autorizadas»
¿Cuál es nuestra particularidad como población desautorizada? ¿Cómo hemos logrado autorizarnos? ¿y qué sujetos y cuestiones hemos autorizado como disidencia sexual?
Silvia recorre varias comunidades llamadas vulneradas. A mi ya no me gusta tanto la palabra «vulnerado» que remarca el ser automáticamente pasibles de vulneración, de violencias. Prefiero la palabra «precarios». Porque somos cuerpos que aun hoy vivimos precarizados, y en algunos casos como el de las personas travestis y trans, directamente «descartadas/os». Como explica Giorgio Agamben, en su «Homo sacer», la nuda vida condenada a estar permanentemente en riesgo de ser agredidxs incluso asesinadas/os y el resto con autorización para hacerlo. Porque se trata de crímenes que gozan de impunidad. La violencia autorizada a causa de un sistema binario en cuanto al sexo-género ha llegado a niveles intolerables.
Pero decía que Silvia recorre varios colectivos precarizados. El de las personas LGBTI+ posee una característica distintiva respecto a la autoridad. Los pueblos originarios, afros, de determinada religión, migrantes, entre otras, poseen aunque mas no sea, de manera intacta la autorización de (en) su familia. Nosotres, somos desautorizadas/os primera y justamente donde se supone es el espacio seguro en donde construir identidad.
¿Y qué ocurre? dice Silvia:
Llegar a “autorizarse” supone un proceso de subjetivación que implica actuar. El término “autorizarse” supondría que una persona lo hace ante sí misma, a solas, reúne en sí autorizante y autorizadx. (…) En algún momento una persona encuentra su autorizador/a dentro de sí y lx incorpora como propio. Y, en ese gesto, hace algo más: descubre que “poder” no significa solamente ejercerlo sobre otrxs sino descubrir y actuar la propia potencia.
Eso que Silvia describe es el concepto que comunitariamente fundamos como “orgullo”. El orgullo LGBTI es la respuesta política a la desautorización.
Y me permito agregar: ese proceso aunque subjetivo, no fue posible realizarlo desde un acto individual. Es en lo colectivo, y particularmente en un movimiento organizado, donde surge nuestra autorización. Primero en resistencia a la represión de las fuerzas de seguridad que pretendían y pretenden disciplinar nuestros cuerpos en la vía pública; luego en ser visibles, es decir, la visibilidad en el ámbito familiar y social (que denominamos “salir del armario”) y finalmente en la lucha activa por la conquista de la igualdad. No una igualdad uniforme, ni aplastante, ni meramente enunciativa, sino una igualdad que reconoce que vivimos en un sistema heteronormativo y binario en cuanto al género, y que allí en todos lados está el patriarcado.
Silvia dedica todo un capítulo al padre y al Estado. En Argentina se dio un proceso de reconocimiento legal, en la última década, fundamentalmente desde la aprobación de las leyes de Matrimonio Igualitario, de Identidad de Género y del Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación. El movimiento feminista y LGBTI encaró estos reclamos no solamente para lograr los derechos concretos que conceden esas normas sino para que el Estado juegue un papel de “tercero ordenador”. En nuestro caso, la autorización del Estado resultó fundamental para iniciar un proceso social de autorización. Por supuesto, resta su reflejo en el cambio cultural, pero está en marcha. De la misma manera, están en marcha movimientos antiderechos, con financiamiento a escala global y alianzas con sectores políticos en los países latinoamericanos que incluso pujan por obtener espacios legislativos y dentro de los poderes ejecutivos.
Y la última en este comentario de las tantas preguntas que nos abrió Silvia con este libro: ¿y qué sujetos y cuestiones hemos autorizado autorizándonos?
Pues creo que muchos y creo que incluso se ha dado apertura a nuevos paradigmas. La población LGBTI es el blanco predilecto de los ataques conservadores y fundamentalistas porque dimos en el punto neurálgico del patriarcado. Creo que los derechos adquiridos por parte de la población con orientaciones sexuales e identidades de género no hegemónicas tienen y seguirán teniendo un impacto profundo en toda la sociedad.
Hasta la ley de identidad de género y la incorporación de la 3er fuente filial por técnicas de reproducción humana asistida (TRHA), no existían en el ordenamiento jurídico leyes que otorgaran efectos al deseo y a lo volitivo, la voluntad. Y mucho menos que éstos primen sobre lo biológico.
A lo largo de sus 15 artículos, la Ley de identidad de género, se ocupó de no contener las palabras “trans” o “travesti” o “transexual” o “transgénero” eligiendo no cerrar terminología para declarar el derecho humano a autopercibirse y expresarse en el género deseado.
Por su parte, la voluntad procreacional es la columna vertebral de la filiación por TRHA, es decir, quien o quienes expresen su voluntad de engendrar un hije serán su o sus progenitores, sin importar el dato genético. Por su parte, la adopción por integración visibilizó a todas las diversidades familiares incorporando las figuras de padre o madre “afín” al garantizar la adopción de hije del cónyuge, permitiendo que un/una niña/o tenga tres filiaciones.
La ley de Matrimonio igualitario al habilitar la colocación de los apellidos de las dos madres en cualquier orden, o uno u otro o los dos, permitió que años después se habilitara a las parejas heterosexuales, colocar el apellido de la madre primero si así se deseara. La ley de fertilización asistida que estaba siendo debatida desde el costado de la patologización al solicitar la declaración de “enfermedad” a la infertilidad para obtener su cobertura por el sistema de salud, finalmente se aprobó desde la plenitud de los derechos a conformar una familia, a la salud sexual y reproductiva, etc, gracias a la posición de las lesbianas, puesto que la necesidad de acceso no estaba basada en la infertilidad.
En fin, este plexo normativo puso en jaque el binomio sexo-género y en cuestión el andamiaje exclusivamente basado en lo biológico. Estos son algunos ejemplos de lo que hemos autorizado y, sobre todo, estamos hoy abriendo nuevos espacios de autorización para nuestrxs hijxs. Para los pibes y las pibas que nos desbordan, que nos interpelan, que nos empujan, que tienen el deseo de todas las libertades.
El libro de Silvia De Segni nos invita a explorar por donde circula hoy la autoridad, aporta al feminismo también una exploración de la horizontalidad, un cuestionamiento a nuestros propios ejercicios de violencia, nos interpela en la inclusión de la interseccionalidad, sobre todo en los efectos colonialistas, racistas, destructores del medio ambiente. Silvia es una exploradora, generosa sobre todo, que reconoce el aporte de lo que vino antes y apuesta y abre lugares a lo vendrá
Finalmente, cuando abrí por primera vez este libro noté el agradecimiento a Marta Royo. Ese hecho me obligó a refechar, entonces, el inicio de nuestro diálogo 30 años más atrás. Marta fue mi profesora de latín y fue a quien elegí para que me entregara mi título secundario, entre muchas otras cosas pero principalmente por haber sido una adulta que propició charlas amorosas en momentos donde buscaba ser autorizada. Me quedo con este símbolo de sororidad y posta intergeneracional.